miércoles, 28 de marzo de 2018

Dos principios de sociolingüística


Asistí a muchas conferencias durante mi carrera de lingüista. Durante los últimos diez años en particular, asistí a conferencias donde se discutió el tema de la valorización de la variación lingüística, en particular la legitimación de variedades no estándar y el reconocimiento de variedades nacionales de francés.


El razonamiento políticamente correcto es siempre el mismo: todos los idiomas son iguales, todas las variedades lingüísticas son iguales entre sí. Desde un punto de vista teórico, todos los idiomas son iguales, por supuesto. Pero eso no significa que disfruten de la igualdad de estatus o que tengan el mismo valor en el mercado lingüístico:

El análisis de las situaciones lingüísticas del mundo muestra que los idiomas son profundamente desiguales. Al principio son desiguales desde el punto de vista estadístico: algunos son ampliamente hablados, otros no [...]. Son desiguales desde el punto de vista social: algunos están dominados [...] mientras que otros dominan y desempeñan funciones oficiales, literarias, culturales, internacionales o vehiculares.
– Louis-Jean Calvet, Le marché aux langues: les effets linguistiques de la mondialisation, París, Plon, 2002, p. 102-103.


Esta desigualdad no existe solo entre idiomas, sino también entre variedades dentro del mismo idioma.


Propongo explicar la paradoja de la igualdad y la desigualdad de las lenguas y de las variedades lingüísticas a través de dos principios inspirados en los escritores de ciencia ficción ingleses.


Primer principio

Todos los idiomas son iguales. Lo que una lengua permite transmitir, otro permite transmitirlo igualmente.

El hecho es bien conocido y apenas necesita demostración. El posesivo en castellano, por ej. el libro de Pedro, no es superior al del latino, liber Petri, ni al del húngaro, Péternek a könyve [= Peter-a + el + libro + sufijo posesivo]. Y lo mismo vale para la variación dialectal dentro de un idioma.


Propongo llamar a este primer principio el principio de Huxley, porque es una reminiscencia de la igualdad entre los seres humanos como se presenta en su novela Un mundo feliz:

"Todos los hombres son física y químicamente iguales", dijo Henry sentenciosamente. "Además, incluso los epsilones realizan servicios indispensables".
– Aldous Huxley, Un mundo feliz, cap. 5 (la traducción es mía)


A nivel de fonemas y morfemas, todos los idiomas y todas las variedades de un idioma tienen el mismo valor: todos los idiomas son fonético y morfológicamente iguales. Además, incluso las variedades no estándar realizan servicios indispensables.


Segundo principio

Pero como todos saben, algunos idiomas son más iguales que otros. ¿Cuántos padres en Sept-Îles (en la orilla norte del río San Lorenzo) pedirían que sus hijos aprendieran el idioma de sus vecinos montañeses (ahora llamados innus)? Si se necesitaban más pruebas, bastaría con echar un vistazo al mercado educativo de lenguas secundas y extranjeras, donde el valor del inglés supera de lejos el de otros idiomas. Esta desigualdad se basa en lo que propongo llamar el principio de Orwell:


Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros.
– George Orwell, Rebelión en la granja


En mi publicación original en francés ejemplifiqué el funcionamiento de estos dos principios desde el punto de vista del mercado lingüístico francés.

En el mundo de los medios de comunicación, los intérpretes saben muy bien de qué lado su pan está untado con mantequilla y se ajustan de acuerdo a la audiencia a la que apuntan. Tomemos el ejemplo de dos actores de cine de Quebec muy populares en los últimos años: François Arnaud y Marc-André Grondin.

En el mercado lingüístico quebequense, François Arnaud usa la variedad quebequense del francés. En el mercado lingüístico internacional, tiene una brillante carrera en inglés (fue Cesare en la serie televisiva The Borgias).


En el mercado lingüístico quebequense, Marc-André Grondin utiliza la variedad quebequense del francés en una película como C.R.A.Z.Y. Pero en el mercado europeo, necesitó un mentor lingüístico (por cierto, una práctica normal entre los cantantes de ópera): en este mercado, Marc-André Grondin habla como un francés de su generación.