Asistí a
muchas conferencias durante mi carrera de lingüista. Durante los últimos diez
años en particular, asistí a conferencias donde se discutió el tema de la
valorización de la variación lingüística, en particular la legitimación de
variedades no estándar y el reconocimiento de variedades nacionales de francés.
El
razonamiento políticamente correcto es siempre el mismo: todos los idiomas son
iguales, todas las variedades lingüísticas son iguales entre sí. Desde un punto
de vista teórico, todos los idiomas son iguales, por supuesto. Pero eso no
significa que disfruten de la igualdad de estatus o que tengan el mismo valor
en el mercado lingüístico:
El análisis de las situaciones lingüísticas del mundo
muestra que los idiomas son profundamente desiguales. Al principio son
desiguales desde el punto de vista estadístico: algunos son ampliamente
hablados, otros no [...]. Son desiguales desde el punto de vista social:
algunos están dominados [...] mientras que otros dominan y desempeñan funciones
oficiales, literarias, culturales, internacionales o vehiculares.
–
Louis-Jean Calvet, Le marché aux langues:
les effets linguistiques de la mondialisation, París, Plon, 2002, p. 102-103.
Esta
desigualdad no existe solo entre idiomas, sino también entre variedades dentro
del mismo idioma.
Propongo
explicar la paradoja de la igualdad y la desigualdad de las lenguas y de las
variedades lingüísticas a través de dos principios inspirados en los escritores
de ciencia ficción ingleses.
Primer principio
Todos los
idiomas son iguales. Lo que una lengua permite transmitir, otro permite
transmitirlo igualmente.
El hecho es
bien conocido y apenas necesita demostración. El posesivo en castellano, por
ej. el libro de Pedro, no es superior
al del latino, liber Petri, ni al del
húngaro, Péternek a könyve [= Peter-a +
el + libro + sufijo posesivo]. Y lo mismo vale para la variación dialectal dentro de un idioma.
Propongo
llamar a este primer principio el
principio de Huxley, porque es una reminiscencia de la igualdad entre los
seres humanos como se presenta en su novela Un
mundo feliz:
"Todos los hombres son física y químicamente
iguales", dijo Henry sentenciosamente. "Además, incluso los epsilones
realizan servicios indispensables".
– Aldous Huxley, Un
mundo feliz, cap. 5 (la traducción es mía)
A nivel de
fonemas y morfemas, todos los idiomas y todas las variedades de un idioma
tienen el mismo valor: todos los idiomas
son fonético y morfológicamente iguales. Además, incluso las variedades no estándar
realizan servicios indispensables.
Segundo principio
Pero como
todos saben, algunos idiomas son más iguales que otros. ¿Cuántos padres en
Sept-Îles (en la orilla norte del río San Lorenzo) pedirían que sus hijos
aprendieran el idioma de sus vecinos montañeses (ahora llamados innus)?
Si se necesitaban más pruebas, bastaría con echar un vistazo al mercado educativo
de lenguas secundas y extranjeras, donde el valor del inglés supera de lejos el
de otros idiomas. Esta desigualdad se basa en lo que propongo llamar el principio de Orwell:
Todos los animales son iguales, pero algunos animales son
más iguales que otros.
– George Orwell, Rebelión
en la granja
En mi
publicación original en francés ejemplifiqué el funcionamiento de estos dos
principios desde el punto de vista del mercado lingüístico francés.
En el mundo de
los medios de comunicación, los intérpretes saben muy bien de qué lado su pan está
untado con mantequilla y se ajustan de acuerdo a la audiencia a la que apuntan.
Tomemos el ejemplo de dos actores de cine de Quebec muy populares en los
últimos años: François Arnaud y Marc-André Grondin.
En el mercado lingüístico
quebequense, François Arnaud usa la variedad quebequense del francés. En
el mercado lingüístico internacional, tiene una brillante carrera en inglés
(fue Cesare en la serie televisiva The
Borgias).
En el mercado lingüístico
quebequense, Marc-André Grondin utiliza la variedad quebequense del francés en una película como C.R.A.Z.Y.
Pero en el mercado europeo, necesitó un mentor lingüístico (por cierto, una
práctica normal entre los cantantes de ópera): en este mercado, Marc-André
Grondin habla como un francés de su generación.
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