(Versión en
castellano de la introducción a La norme linguistique)
por Jacques
Maurais
1. La tradición de la norma (sigue)
Grecia no conoció unidad lingüística : fue sólo en la época
helenística cuando pudo imponerse una verdadera koiné. Y desde luego, no cabe
duda de que antes de la aparición de los Estados Naciones, la unidad
lingüística no era percibida como un objetivo político primordial. Lo que funda
la unidad del mundo griego clásico, por encima de la diversidad fonética,
morfológica y lexical, es la comunidad religiosa, centrada en torno a grandes
santuarios (Delfos, Olimpia) y la comunidad de patrimonio literario mantenido
por la enseñanza. MICHEL CASEVITZ recuerda las palabras de Platón: "Homero
educó a Grecia". En el momento en que se manifiestan presiones para
afirmar cada vez más normas regionales en el seno de los países francófonos,
tal vez no sea inútil volver a las fuentes y ver cómo los griegos, pese a su
división dialectal, pudieron mantener la unidad de su civilización.
FRANCOIS CHARPIN muestra cómo nació la gramática en Roma bajo la influencia
griega. Es corriente decir que los romanos no eran filósofos; entonces los
gramáticos romanos, en lugar de distinguir entre las teorías gramaticales de
los distintos sistemas filosóficos griegos, adoptaron un eclecticismo
sorprendente que sitúa en un mismo plano teorías contradictorias. Su concepción
de la norma está basada ya en el buen uso, es decir el uso de la gente culta,
teniendo que conformarse al uso de los autores clásicos. Como escribe François
Charpin, "la norma se define como una cultura"; un barbarismo avalado
por un autor clásico se transforma en metaplasmo: "El barbarismo se emplea
en el presente, sin referencia a la autoridad de una obra, mientras que el
metaplasmo reposa en la autoridad de los autores antiguos" (Consentius,
G.L.K. V, 387, 16). Los gramáticos se fijan entonces como tarea establecer el
catálogo de las formas utilizadas por los escritores clásicos: "La norma
se norma se transforma en antología".
La tradición heredada de Donato y Prisciano marcó toda la Edad Media e
influyó, durante el Renacimiento, en los autores de las primeras gramáticas de
las "lenguas vulgares". El período (1500-1700) que estudia G.A.
PADLEY, será testigo, junto a esta tradición latina, de la instauración,
primero en 1540, con Scaliger, de un retorno a Aristóteles ("el uso cede
el paso a la razón"), mientras que una corriente, salida de la obra de
Pedro de la Ramée, intentará basar la gramática en el uso a la vez que trata de
hacerla conforme a las leyes de Aristóteles. En su definición del uso, Pedro de
la Ramée prefigura y ya sobrepasa a Vaugelas: "El pueblo es señor soberano
de su lengua... La escuela de esta doctrina no está en los auditorios de los
profesores hebreos, griegos y latinos..., está en el Louvre, en el Palacio, en
el mercado de Les Halles, en la Plaza de Grève, en la Plaza Maubert"; un
siglo más tarde, Vaugelas limitaría su concepción del buen uso a "la élite
de las voces".
En el siglo XVII, se seguirá aplicando la razón a la lengua : la
gramática de Port-Royal hará coincidir norma lingüística y norma lógica, y no
enseñará a hablar bien sino cómo funciona el lenguaje y cuales son los lazos
que mantiene con el pensamiento. Pero también en el mismo siglo, Vaugelas
realizará esfuerzos por establecer una gramática desprovista de todo aparato
retórico y basada únicamente en el uso. La emergencia de una teoría gramatical
basada únicamente sobre criterios lingüísticos resultará un proceso lento y
arduo pues, como escribe G.A. Padley, "la combinación de la norma lógica
[...] y de una tradición que quiere que las estructuras de las lenguas vivas
estén calcadas de las del latín tiene para la gramática consecuencias nefastas
que perduran hasta hoy". Vaugelas tiene, pues, sobre todo el mérito de
demostrar que, en los casos dudosos, la gramática francesa no ha de basarse en
el latín o el griego para establecer el buen uso: "En las dudas de la
lengua, más vale para lo ordinario consultar a las mujeres y a los que no hayan
estudiado que a los que sepan mucho de las lenguas griega y latina"
(citado por Marzys 1974: 326).
En su artículo, LOTHAR WOLF traza la historia de la normalización
lingüística en Francia, desde Malherbe hasta Grevisse y la ley de 1975 relativa
al uso de la lengua francesa. Ya en los comienzos del trabajo normativo, con
Malherbe, se estableció una jerarquización sociolingüística cuya estructura
correspondía, en sus grandes rasgos, a la jerarquía social; pero con Vaugelas
el prestigio lingüístico estará expresamente ligado al prestigio social. En el
siglo XVII, serán la Corte y las personas que graviten en torno a la misma las
que dicten el buen uso; pero a partir del siglo XVIII, los escritores asumirán
cada vez más este papel; paralelamente, asistiremos, pues, a un desplazamiento
del punto de referencia del oral hacia el escrito, teniendo esto como
consecuencias la valorización de una norma de la lengua escrita que no parará
de envejecer y un distanciamiento cada vez mayor entre el código oral y el
código escrito.
Con el riesgo de exagerar un poco los hechos, se puede decir que la
normatividad en Francia apuntó sobre todo a la claridad del discurso y a la
depuración del léxico. Sigue vigente esta última tendencia, tanto en Francia
como en los países francófonos en general, y las legislaciones lingüísticas,
tales como la ley francesa de 1975 y, en Quebec, la Carta de la Lengua
Francesa, tratan principalmente de esta parte de la "planificación del corpus".
Pero ahora la depuración lexical, es decir, en los hechos, principalmente la
prohibición de voces extranjeras, se presenta oficialmente sobre todo como una
medida destinada a proteger a los ciudadanos con una mejora de la información
lingüística y no como una medida tendiente a contrarrestar una invasión
cultural extranjera. No se ha resuelto el problema de convencer a los editores
de obras descriptivas (diccionarios y gramáticas) para que tengan en cuenta las
decisiones normativas adoptadas oficialmente, tanto en Francia como en Quebec;
como lo recalcaba Lothar Wolf, "el conocimiento de las decisiones
normativas tiene más probabilidades de difundirse lo suficiente si las toman en
cuenta las obras de consulta con carácter descriptivo". Habrá que tratar,
pues, de conciliar los juicios normativos con los objetivos de una obra
descriptiva, y la urgencia de dicha tarea se hace sentir cada vez más, a medida
que va aumentando el número de decisiones normativas.
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La bibliografía
será publicada en la última entrada de esta serie.
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