(Versión en
castellano de la introducción a La norme linguistique)
por Jacques
Maurais
3. Norma social y norma lingüística
Considerándola desde el punto de vista sociológico, la norma lingüística
puede definirse como "el uso estadísticamente dominante" (Berutto,
1979 : 36; es la norma objetiva o el uso en el sentido de Hjelmslev) o
como el uso valorizado en un grupo dado (entonces el grupo socialmente
dominante determina el "buen uso", que eclipsa las normas de los demás
grupos y logra hacer creer en su no existencia; es la norma
prescriptiva) : por una parte lo normal, y por otra, lo normativo. STANLEY
ALEONG sitúa el comportamiento lingüístico en el marco más amplio de los
comportamientos sociales y considera la norma lingüística desde el punto de
vista de la antropología, estudiando en particular el papel del prestigio y de
la corrección lingüísticas en el comportamiento social y las condiciones
históricas que preceden a la aparición de una norma explícita. Stanley Aléong
termina con algunas reflexiones sobre la génesis de la norma inglesa
estadounidense y trata de explicar porqué Quebec no ha logrado producir una
norma explícita propia.
Basándose también en los resultados de la antropología, JEAN-CLAUDE CORBEIL
elabora los primeros elementos de una teoría de la regulación lingüística,
definida como "el fenómeno por el cual se moldean los comportamientos
lingüísticos de cada miembro de un grupo o infragrupo respetando cierta manera
de hacer bajo la influencia de fuerzas sociales que emanan del grupo o de sus ‘infragrupos’".
Según él, es esta teoría de la regulación la que permite explicar cómo la
variación y la uniformización lingüísticas, entidades de toda evidencia
antitéticas, pueden manifestarse al mismo tiempo en el mismo grupo. La regulación
lingüística saca su fuerza de tres elementos : el aprendizaje de la lengua
como parte integrante del proceso de asimilación de la cultura en la que uno ha
nacido, el impacto social del modelo lingüístico que ofrecen las comunicaciones
institucionalizadas y la autoridad que se concede al aparato de descripción
lingüística, que de esta forma desempeña el papel de "superego lingüístico
colectivo". Dichas fuerzas de regulación actúan según cuatro
principios : convergenci a (la regulación será tanto más fuerte que todas
las fuerzas de regulación privilegien la misma variante); dominancia (en el
seno de un grupo, el uso lingüístico dominante es el del infragrupo que
controla las instituciones); persistencia (el mantenimiento de un mismo uso
dominante de una época a otra) y coherencia (existencia de un sistema
lingüístico que integra las diversas variantes y permite la intercomprensión
entre los infragrupos). Jean-Claude Corbeil termina su artículo con
consideraciones sobre la noción de "calidad de la lengua", importante
para la aplicación en Quebec de una teoría de la regulación lingüística, ya que
lo menciona especificamente la Carta de la Lengua Francesa.
Una discusión sobre la regulación lingüística hace surgir, tarde o
temprano, la cuestión de los niveles de lengua, que algunos prefieren denominar
registros del discurso o estilos. CLAIRE LEFEBVRE realizó un estudio crítico de
los trabajos dedicados a esta cuestión en los últimos veinte años; su artículo
no menciona más que las investigaciones sobre la lengua hablada; aborda así la
noción de estilo desde un punto de vista únicamente sociolingüístico,
excluyendo los trabajos de literatos, filólogos, estilísticos y retóricos. Este
informe, conciso a la vez que completo, de los trabajos de Gumperz, Geertz,
Labov, Halliday, etc., ilustrado ocasionalmente con ejemplos sacados de
estudios sobre el francés quebequense, lleva a Claire Lefebvre a proponer
algunas perspectivas de investigación y a introducir la noción de estilo en la
definición de la norma lingüística. Insistiremos sobre todo en este último
punto : en efecto, nos parece irrealista definir una norma lingüística sin
tener en cuenta el factor de los estilos o niveles de lengua. No cabe duda que
Claire Lefebvre lleva razón cuando afirma que el fracaso de las campañas en
favor de un habla correcta en Quebec se debe al hecho de que se quiso forzar a
los alumnos a utilizar un nivel de lengua elevado en todas las circunstancias
de comunicación, No obstante, hay que añadir que ya terminó este tipo de
intervención : como lo muestra JeanClaude Corbeil, la Carta de la Lengua
Francesa introduce las nociones de "calidad de lengua" y de dirigismo
lingüistico, primero a nivel de las comunicaciones institucionalizadas, es
decir en el estilo formal, entendiéndose implicitamente que el uso lingüistico
de las instituciones modificará, a la larga, el uso de los individuos (acerca
de esta cuestión, cf, también Maurais, 1982). También la legislación
lingüística francesa se sitúa a ese nivel de intervención.
Tras la prodigiosa influencia de las teorías de Freud, resulta ya esencial
hacer un examen crítico, desde el punto de vista del psicoanálisis, del
concepto lingüístico de norma. Este es el tipo de examen que emprende FRANÇOIS
PERALDI, tomando como punto de referencia, para la lingüística, la teoría de
Hjelmslev sobre la norma y no vacilando en abordar las cuestiones de ideología,
pues, como apunta él, hay algo en común entre ideología, ideal del yo, superego
y norma.
Una proposición que François Peraldi toma de Roland Barthes tal vez no
convenza a todos (desde luego que no a los responsables de los organismos
lingüísticos estatales), pero merece ser discutida : "Barthes anuncia
una verdadera práctica de subversión de la Norma por el uso, en el seno mismo
de la lengua", teniendo dicha empresa como objetivo "realizar en un
uso no limitado por la Norma, las infinitas potencialidades del esquema".
Semejante programa, concebible, si no necesario, en literatura, no puede
acarrear más que anarquía en cuanto se salga del área estética para tocar la
lengua de los intercambios diarios y de las comunicaciones institucionalizadas;
por ello François Peraldi parece matizar sus palabras en este consejo que da a
un organismo que aceptase legislar sobre la lengua : "La lengua se
mantendrá viva en tanto que lo impulsivo domine a la Norma en el uso del
esquema". Con esta proposición se debería de evitar que el mito que ha
llegado a ser el "francés universal" (también según François Peraldi)
ocasionase el desarrollo de dos usos heterogéneos, uno puramente formal y el
otro "más vergonzoso, de tipo más impulsivo, emotivo, privado,
relacional", lo cual, añade, está sucediendo en Quebec. En efecto, habría
que averiguar si el uso que se está imponiendo en las comunicaciones
institucionalizadas en Quebec constituye realmente un factor de arrastre y de
valorización del uso lingüístico privado o si, al contrario, no produce más
bien una desvalorización del mismo.
Pero, tras exponer el problema que podía ocasionar la proposición de Roland
Barthes si se aplicase a la lengua de las instituciones, también hay que
plantear la cuestión de su aplicación a la lengua literaria. ¿Es posible,
"en un uso no limitado por la Norma", liberar "las
potencialidades infinitas del esquema"? François Peraldi cita como
ejemplos a Mallarmé, Proust y Ezra Pound. Pero lo que es digno de mención en
los trozos de estas obras más vanguardistas desde el punto de vista
lingüístico, y que también encontraremos en la siguiente cita de Finnegans
Wake, es que, lejos de ser "una verdadera práctica de subversión de la
Norma por parte del uso", están impregnados de la norma hasta el punto de
defender lo contrario, lo cual se hace particularmente evidente cuando dicha
actitud se aplica a fórmulas estereotipadas o ritualizadas :
"In
the name of Annah the Allmaziful, the Everliving, the Bringer of Plurabilities,
haloed be her eve, her singtime sung, her rill be run, unhemmed as it is
uneven!"
(James Joyce, Finnegans
Wake, pág. 104)
El aparente delirio verbal de semejante pasaje se explica por referencia a
las fórmulas de los suras del Alcorán y del Padre Nuestro (cuyas aliteraciones
repite incluso : thy will be done, her rill be run, etc.); lejos de ser
una exploración de las "potencialidades infinitas del esquema", la
literatura acomete la norma que restringe el uso, tiende a ampliar el uso más
que a invadir todo el campo del esquema. Sin embargo, James Joyce trató — y
esto constituye sin duda alguna un triunfo único — de aplicar dicho programa
creándose un dialecto babélico que no vacila en tomar prestado de multitud de
idiomas (en el pasaje citado, Annah y Allmaziful se explican por las palabras
turcas anna y mazi). Pero el ejemplo de James Joyce basta para
demostrar lo que semejante programa puede tener de elitista y también, al
contrario y pese a lo que se ha dicho, hasta qué punto la norma puede ser un
factor de democratización. Por fin hay que darse cuenta de que la norma no
sirve sólo de instrumento de discriminación contra las clases desfavorecidas;
hay casos en que una empresa normativa, al rechazar el francés tecnocrático o
el 'officialese', favorece realmente la democratización, pues facilita la
comunicación entre los contribuyentes y los poderes públicos. En semejante
contexto, "liberar las potencialidades infinitas del esquema" sería
seguir manteniendo el poder en manos de los que, por su educación, están mejor
colocados para jugar con las palabras y "deslumbrar" a sus oyentes.
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La bibliografía
se publicará en la última entrada de esta serie.
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